Después de 20 años trabajando en el mundo del liderazgo y el desarrollo de personas, cada vez tengo más claro que uno de los retos más apasionantes —y al mismo tiempo más complejos— es trabajar la cultura corporativa. Alinear personas con la misión, hacer que los valores se vivan y no solo se enuncien, y construir sentido compartido no es tarea fácil.
Muchas organizaciones cuentan ya con un propósito bien formulado, incluso con una declaración de misión y unos valores cuidadosamente redactados. Pero, como sabemos, el verdadero desafío no está en definir el propósito, sino en implementarlo. En que se viva. En que se note.
Según el Purpose Strength Maturity Model® de la Universidad de Navarra, la madurez del propósito dentro de una organización pasa por tres fases:
- Conocimiento – ¿La gente lo conoce? ¿Puede explicarlo con sus propias palabras?
- Interiorización – ¿Conecta con sus valores personales?
- Contribución – ¿Lo integran en su trabajo diario?
Con nuestro cliente Esment, con quien venimos colaborando en el desarrollo de su programa de liderazgo, nos propusimos este 2025 dar un paso más: trabajar en la implementación del propósito en toda la organización. Un propósito que está vivo, sí, pero que, como sucede en muchas empresas en crecimiento, corre el riesgo de diluirse entre incorporaciones, cambios y nuevas dinámicas.
En junio celebramos una sesión muy especial, centrada en la segunda fase del modelo: la interiorización. ¿Cómo lograr que el propósito conecte de verdad con las personas? Apostamos por una herramienta poderosa y transformadora: las historias reales contadas por quienes forman parte de Esment.
Escuchar experiencias personales, revivir momentos significativos, reconocer los valores de Esment en lo cotidiano… fue una experiencia profundamente emotiva.
Y para darle forma visual y facilitar esa conexión colectiva, contamos con el talento de Visualea, que nos acompañó aplicando la herramienta de Visual Thinking. Una técnica que convierte palabras e ideas en imágenes claras, conectando emoción y mensaje, y ayudando a anclar conceptos clave de forma memorable.
El resultado fue mágico. Las ilustraciones captaron no solo los contenidos, sino también los silencios, las emociones, los matices. A través de dibujos sencillos y potentes, quedó reflejado el propósito de Esment en acción, en carne y hueso, en historias reales.
Nos quedamos sin palabras. Pero con una certeza renovada:
Las empresas con propósito tienen una fuerza que se siente, se contagia y se vive.